lunes, 28 de junio de 2010

FAC51: The Haçienda - How to Destroy a Club


Es cierto que al final estaba lleno de delincuentes. Pero también lo estuvo en el derribo... Y en la reconstrucción... Y estoy seguro de que lo sigue estando ahora...

Música: The Housemartins - Build

domingo, 27 de junio de 2010

Dónde duermen las señoritas que arrastran la barriga

 

Hay quien dice que esa puerta es la del muro que atravesó Harry Potter, para coger el tren que le llevaría hasta Hogwarts. Lo cierto es que no parece que nadie la haya abierto en mucho tiempo. Pero también es verdad que no sé nada de las aventuras de Harry Potter. De cualquier manera, yo sé lo que esconde esa puerta. Lo descubrí hace unos días. Detrás de esa puerta hay un hostal. Un hostal muy particular. Tanto, como sus huéspedes. Detrás de esa puerta, duermen unas señoritas, que arrastran la barriga, y que al despertar, durante toda la noche, se dedican a dejar el jardín repleto de hilitos brillantes. Me lo contaron un par de moscas aquella mañana, justo antes de ponerse el babero, y degustar tan suculento desayuno.

Música: Chucho - Magic

El día que le dieron calabazas al punk

miércoles, 23 de junio de 2010

Último tango en... el Kafcafé





La señorita en cuestión se llama Rosina Fraschina. Autoproclamada actriz, acróbata, balarina y payasa, podéis encontrarla detrás de este blog. Culpable, aunque sea en un pequeño porcentaje, de convertir en auténtica magia mi última noche en la ciudad del azahar. Así pues, sólo puedo decir: muchas gracias, y buena suerte!

Música: WEEN - The Mollusk

sábado, 12 de junio de 2010

Puede que tal vez. Quizás. Quién sabe...


El protagonista de nuestra historia bien podría ser un joven que escribe estas líneas, sentado sobre la taza del váter, mientras consume pacientemente (o todo lo pacientemente que puede) la totalidad de las drogas que posee. Sentado en la taza del váter, de un hostal de bajo coste, de una ciudad que bien podría llamarse Dublín. O Southampton. O Manchester. En la taza del váter, porque el baño puede que sea el único lugar que no cuente con alarma anti-incendios. Con un salchichón hundido en la pila, bajo seis dedos de agua fría, porque posiblemente, en dicho hostal, no tenga acceso a un frigorífico en el que poder guardarlo. Puede que haya olvidado cerrar la puerta del baño, así que en este momento, seguramente, piense en levantarse para cerrarla, y así, no dejar escapar el humo hacia el interior de la habitación. Una calada más, tal vez. Y tal vez, el humo escale ahora la atmósfera del baño, para permanecer inerte, un metro por encima de su cabeza. Puede que tenga miedo. O puede que lo haya tenido. Es posible que, por ello, quiera olvidarse de llevar sus drogas encima. Quizás por ello también escribe esta historia. Para olvidarla. Y a la vez, para no olvidarla nunca. Real. Inventada. Quién sabe.

Es probable que, si retrocedemos una hora en el tiempo, haya más gente en la habitación. Dos personas más. Vestidas de uniforme. Dos policías, debéis estar pensando. Pues sí. Dos policías. Exacto. Uno de ellos con los brazos cruzados, mientras el otro anota los datos de nuestro protagonista, y las respuestas a las preguntas que ambos formulan por turnos. No, no lo hice. Puede que ésa sea una de las respuestas. La pregunta es obvia. Si ha robado el pasaporte de la chica, y ese cuchillo multiusos, es mejor que lo diga ahora. No, no lo robé. Si pensara en robar algo, en algún momento de mi vida, no robaría un cuchillo. Es un cuchillo valioso, puede que añada el policía de los brazos cruzados. Bueno, no lo sé, pero aún así, ¿para qué quiero robar un cuchillo? Llevo tres días en este país, y lo último que quiero es tener problemas. Sería una estupidez. Si lo hace, puede que parezca sincero al pronunciar estas palabras. Aunque asustado. Puede que porque unos minutos antes, casi al inicio de la conversación, uno de los policías le haya advertido diciéndole: Probablemente tengamos que llevárnoslo esposado a comisaría. Esto debe alterar a cualquiera. A cualquiera a quién todo esto le pille desprevenido. Alguien que puede que sepa, a ciencia cierta, que es inocente de todo aquello de lo que se le acusa. Es evidente. Es tan sólo un truco. Una estrategia policial. Pero, precisamente, por eso lo es, porque funciona. No son tan tontos como parece. Al menos, algunas veces. Seguramente, ahora esté un poco más asustado. Sería el momento perfecto para que confesara. Mala suerte. La respuesta, tal vez, siga siendo No.

Retrocedamos media hora más. Ahora, es posible que vuelva a estar solo en la habitación. Tal vez, mirando por la ventana. Quizás, a lo lejos, esté sonando Love will tear us appart de Joy Division. Puede que el tiempo pase. Y el protagonista, tal vez, espere una llamada que no llega. Una llamada de alguien que puede que no sepa muy bien quién es, pero que no debería tener que llamarle de ninguna manera. Puede que esto le empuje a coger el teléfono y a adelantarse a los acontecimientos. Los nervios, quizás. Sí, lo nervios, puesto que al obtener la respuesta a su llamada, habrá perdido, seguramente, toda capacidad de hablar en inglés, que quizás tuviese unos minutos antes. Y eso, teniendo en cuenta, que es posible que no haya respondido a la llamada la persona que él esperaba: alguien relacionado con los controles de seguridad del aeropuerto, puede que creyese. Estoy viendo llegar un coche de policía a través de mi ventana. ¿Es por mí? Puede que no entienda nada de la explicación que venga a continuación. Así que debería volver a preguntar. Al otro lado de la línea, una chica. Seguramente nerviosa. Preocupada. Sí, es por ti, simplifica. Pero tranquilo. Sólo quieren hablar. ¿Hablar? ¡Genial! Ya tenía ganas de tener amigos en esta ciudad. Puede que piense él. Les invitaré a un te. Está bien. Si son dos, un te, y un café. O sólo café. Una de las bolsas de te, que puede que hubiese al llegar, tal vez repose sobre la mesilla de noche todavía templada. Puede que, en este instante, la conferencia llegue a su fin. Está bien. Lo primero, esconder las drogas. Sí, eso debería ser lo primero. Puede que, pensando en la dificultad de reponerlas, y del dinero que puede que costasen. Quizás no haya ningún lugar realmente bueno para guardarlas, tras descartar lanzarlas por la ventana. Así pues, un clásico, aunque poco inteligente escondite, tal vez, le recorra la mente como una flecha ardiendo. Debajo de la cama. No hay otra posibilidad. Sí, debajo de la cama. Puede que pensando en que la policía esté tardando demasiado en subir, se vea sorprendido por otra llamada telefónica. Dicen que bajes para hablar contigo. Sí, eso debería ser lo lógico, puede que piense el protagonista, descartando la idea de que por un pasaporte y un cuchillo, tengan una orden de registro. Puede que baje a toda prisa las dos escaleras, que tal vez haya en el edificio, en el que quizás se encuentre. A lo lejos, un policía y una señora mayor. Casi con toda probabilidad, la dueña del hostal, que quizás esté pensando en fortalecer las medidas de seguridad de su establecimiento. Hola. La chica de la casa, en dónde has pasado los tres últimos días, dice que puede que le hayas robado su pasaporte. ¿Es eso cierto? No, claro que no. ¿Seguro? No, claro. ¿Para qué iba a querer yo eso? Bien. ¿Podemos ver tu habitación? Sí, claro, responderá seguramente. Sin perder ni un solo segundo. A pesar de que sepa que las drogas que tal vez posee, podrían causarle graves problemas. ¿Dónde vives en España? En Barcelona, quizás. En Valencia, responderá, más que probablemente. ¡Oh! He estado allí para ver las carreras de motociclismo. Vaya... es que a mí... no me gusta el motociclismo. Puede que ahora, nuestro antihéroe esté pensando en que la amistad con la que soñaba no anda por muy buen camino. Quizás, mientras asciende por las escaleras, con los dos policías pisándole los talones, otro interrogatorio. Y con éste, tal vez pueda contar ya tres. El de la Policía Nacional de España. El del Servicio de Inmigración inglés. Éste... El que quizás ahora responde, con unos cuantos nervios más que a los anteriores. Las preguntas, seguramente las mismas. ¿Qué haces aquí? ¿Cuánto tiempo piensas quedarte? ¿Y en este hostal? Las respuestas, un calco de las de los interrogatorios anteriores. No lo sé. Aprender inglés. No lo sé. No lo sé. No lo sé. La puerta tal vez se abre, no sin alguna que otra dificultad. Al fondo, probablemente, una maleta, y un montón desordenado, formado por el contenido de las cosas que antes había en el interior de ésta.

Tengo un grave problema. He perdido el pasaporte. Por casualidad, ¿te acuerdas del número? ¿Yo? ¿Cómo iba a hacerlo? No lo he visto en mi vida. E incluso así... Está bien. Sabía que no podrías ayudarme, pero gracias. Muy bien. Lo siento. Hasta luego. Adiós.

El protagonista de nuestra historia puede que tenga el ángel más gigantesco de mundo en su hombro izquierdo, y un demonio del mismo tamaño sobre el derecho. Puede que tras él, a dos centímetros de su cabeza, haya una estrella que brilla sin cesar, pero que aún así, algunos días tal vez se vuelva un tanto perezosa. Quizás, haya decidido dejarlo todo, para probar una vida lejos de la rutina del trabajo, la alimentación, el sexo, y el sueño. Puede que pensase, en su momento, que dormir unos días en casa de un desconocido, en la ciudad elegida, podría ser un buen comienzo para su aventura. Internet, claro. No hemos retrocedido tanto en el tiempo. Mucho más barato e interesante que un triste hostal. Dónde va a parar.

Por ello, puede que por la mañana estuviese, de forma totalmente altruista, ayudando a la chica de internet con su mudanza. O puede que no. Que no estuviese con ella. Que ni tan sólo la conozca. O que no la ayudase. O que no fuese tan altruista. Ahora, puede que esté escribiendo esta historia, sentando en el suelo de la habitación, mientras por la ventana entra la música de Ian Brown. Puede que esté actuando en este momento. A una milla de distancia aproximadamente. Delante de miles de jóvenes ingleses borrachos. Borrachas. Borrachas, y con poca ropa. Aunque tal vez hace frío. Pese a estar en verano. Quizás, porque no hay estaciones. Aunque estemos en junio. Si es que lo estamos. Y puede que mañana amanezca a las 4:40... O puede que no... O tal vez. O quizás. Quién sabe...

viernes, 4 de junio de 2010

La gran pausa

Sí, hoy termina aquello que optasteis por denominar "la gran pausa". La gran bocanada de aire fresco. El inmenso punto y aparte. A partir de mañana, tu vida vuelve a comenzar. Un libro en blanco. Tan sólo eso. Como si fuera poco, ¿verdad?
Qué difíciles son las despedidas. Sobre todo las que se niegan a terminar. Vete tú primero. Dejemos de ser naif. No puede ser un punto y aparte. No esta vez. Debe ser un punto y final. 

Ésta es tu última noche entre esas cuatro paredes que te han visto crecer. No es que la gente cambie, pero mejora. Ahora, tú te crees mejor que antes, pero todo está por ver. Todo por demostrar. Nada hecho. Todo por descubrir.

Y mientras, ves como se aleja. Como se va sin querer irse. Como la dejas marchar sin querer que lo haga. Fue bonito mientras duró, pero todo termina. Nada se puede hacer.

Hasta siempre Benimaclet. Hasta nunca mis queridos fantasmas. Esa sábana blanca está ya demasiado sucia para resultar creíble. Ahora mandas tú. Ahora manda el tiempo. Y entre las sombras de lo fuiste, resurge la vida, el dolor, la melancolía, las ganas de continuar. Tú y ella seréis uno. Hasta que la muerte os separe. Porque sin ella no es. Pero con ella, a veces, también pierde el sentido.

Dentro de nueve horas subirás al tren que marcará el principio de tu nuevo camino. Suerte, amigo. Suerte. La necesitarás. Pero estaremos contigo. Pase lo que pase. Jamás te abandonaremos. Vuela y sé libre mi querido pájaro. Destapa la caja y mete la mano. Esta vez el fondo no puede estar lleno de lodo.