sábado, 12 de diciembre de 2009

Historias de los ojos rojos - Vulture Diciembre 2009: La noche a este lado de la ventana

A partir de este mes, y de forma mensual, hasta que dure, va a salir publicado un relato mío en la revista Vulture, en una sección titulada "Historias de los ojos rojos". Es una aproximación entre la literatura y la fotografía, dos de mis grandes aficiones actuales, que aunque a simple vista pueden parecer lejanas, están mucho más cerca de lo que cabría pensar.

Sin más, os dejo con el primer relato.


La noche a este lado de la ventana

Texto: Víctor Isabel Bueno

Antes de contaros mi historia me gustaría presentarme. Mi nombre es Lorenzo. La chica que está a mi lado es Arantxa, lo más maravilloso que me ha ocurrido nunca. Ella no sabe que os estoy contando esto, y me gustaría que siguiera siendo así. La fotografía es de hace unos años. Recuerdo que estaba profundamente enamorado de ella. Por entonces ya vivíamos juntos. Ésa es la ventana de nuestra habitación. Entre los dos diseñamos cada rincón de nuestro piso. Desde las lámparas con forma de araña, hasta las cortinas hechas con sábanas viejas. El cuadro que hay justo en la esquina superior izquierda, también fue idea nuestra. Bueno, de Arantxa. Siempre fue una gran pintora. Las lámparas, aunque bonitas, no tenían mucho sentido. Jamás colocamos bombillas en ellas. Ni tan sólo tenían portalámparas. Sí, también fue cosa suya. Pensó que si vivíamos sin luz, tal vez algún día, podríamos llegar a fundirnos con la noche.

Siempre me dijo que se había enamorado de mi forma de enfocar la vida. Le hice descubrir su lado oculto. El que ni ella misma conocía. Parece bonito, pero en realidad no lo es tanto. Se amaba tan sólo a sí misma. Lo que sentía por mí no era más que un gran respeto por haberla hecho llegar a conocerse mejor. Por ello, me regalaba con su presencia, sus caricias, su dulce sonrisa al quedarse dormida en mis brazos, y un sinfín de gestos, que yo podía tachar de falsedad, o disfrutar creyendo que giraban en torno a mí. Entonces ninguno de los dos era consciente de nada. Por eso es bonito el amor. Porque nos dejamos llevar. Por mucho que diga la etimología, no existe lazo alguno que lo una a la filosofía. Si piensas demasiado, estás perdido. Ése fue el origen del problema.

Todavía recuerdo el día en que Arantxa, en mitad de la noche, se levantó de la cama y se puso a andar por toda la habitación. Al principio pensé que buscaba algo, aunque a decir verdad, sin demasiado empeño. Después me di cuenta de que seguía dormida. Intenté hacerla volver, pero no pude. De ninguna de las maneras. No sé si les pasa a todos, pero aquella chica sonámbula tenía más fuerza de la que nadie es capaz de imaginar. Estuvo dando vueltas durante un par de horas, mientras yo, rendido a la evidencia de mi derrota, iba empalmando un cigarro tras otro. Esperando verla caer agotada sobre la cama. Pero nunca volvió. Nunca. En mitad de un ataque de histeria, arrancó todas las cortinas y las amontonó frente a la ventana. Se sentó en el suelo, y con una paciencia sorprendente, las fue trenzando hasta construir una cuerda tan larga como la longitud que separaba nuestra ventana de la calle. Se descolgó por ella, y escapó. Desde entonces, sus últimas palabras habitan en mí como un eco eterno que, a menudo, ni siquiera me deja dormir.

Finalmente, nos fundimos con la noche. Es cierto, tú y yo debíamos convertirnos en estrellas, pero bien deberías saber que es imposible. Si ellas mismas no son más que su propio reflejo, ¿qué podíamos hacer nosotros? Lo que hicimos. Inventarnos esta habitación, diseñar deliberadamente una vida conjunta, y actuar. No me mires así. Estoy segura de que tú también habías pensado en ello. No niego que como concepto fuese maravilloso, pero su lógica hacía agua por todas partes. Nos fundimos con la noche, pero a nuestra manera. La única posible. Ven, te dibujaré nuestra última metáfora. Nuestra noche, la que construimos a este lado de la ventana, es completamente distinta a la de ahí afuera. Aquí nunca habrá estrellas. Nosotros no podemos ser más que fuegos artificiales baratos. Y piensa, ¿qué les pasa cuando llegan a lo más alto? Sí. Explotan... Durante unos segundos son preciosos. Un bonito escenario para una historia de amor perfecta. Pero luego se apagan y caen al suelo convertidos en poco más que basura. Aún así, piensa que al menos explotamos juntos. Ahora, si me disculpas, he de marcharme. Ya puedes encender las luces.

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