miércoles, 6 de mayo de 2009

Volando a Praga

A escasas horas de emprender mi aventura personal en la ciudad que vio nacer, vivir y enterrar a uno de los grandes de la literatura mundial, me pregunto cómo deben ser este tipo de viajes. Libros, cámara de fotos, una libreta y bolígrafo. Deben ser maravillosos compañeros de viaje todos ellos. Lo cierto es que jamás había imaginado hacer algo así. Nunca hasta que se cruzó por mi mente y ya no me dejó en paz. En realidad se puede enfocar de muchas formas. Yo quiero ver Praga de dentro hacia fuera. Quiero sentir que toda mi vida ha estado siempre allí. Después de todo, creo que ya no volveré a ser el mismo. Tengo la ligera impresión de que esa ciudad recorrerá conmigo el mundo durante el resto de mis días. O quizás tan sólo sea un deseo. El deseo de volver sabiendo que en el fondo todo es relativo. Que incluso la existencia, o su propia ausencia, son de alguna forma completamente relativas. El deseo de la aceptación absoluta. El encuentro definitivo con la valoración de alternativas. Pero sí, también. Quiero que sea ella la que me enseñe a quererte mejor.

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