domingo, 5 de julio de 2009

La Camarera de tus Sueños

Me vi mirando hacia arriba, observando una a una las caras de todos aquellos sementales que, de un momento a otro, derramarían sobre mí su leche templada. Una tras otra, las iba agarrando, tratando de mantener el equilibrio. Todas debían estallar a la vez. Yo encendería la mecha, y ellos se encargarían de controlar la eyaculación hasta el momento preciso. Entonces entró mi madre. Tras un minuto de indecisión, pensé que lo mejor sería chupar con más energía. Como si no pasara nada. Todos parecían disfrutar de la escena. Enloquecían mientras se masturbaban viendo cómo me relamía, y sintiendo la presencia de mi madre a sus espaldas. Nunca supe como terminaba aquella historia. Cierto es que ella entró. Pero a despertarme. Había olvidado poner la alarma y llegaba más de una hora tarde al trabajo. Aquel día tenía una cita importante. Siete de los más altos cargos de la empresa me esperaban para una reunión de seguimiento, que se había retrasado por mi culpa. Evidentemente, la reunión fue un desastre. Aunque no puedo decir que lo pasase mal. Sobretodo cuando simulé tener una urgencia y me escapé corriendo al baño del edificio. No sé lo que pensarían, cuando diez minutos más tarde, me vieron aparecer con aquel sofoco. ¿Se encuentra bien, srta. Reyes? Sí, respondí, mientras intentaba camuflar mi sonrisa bajo otra algo menos delatora.

Desde entonces no pude dejar de pensar en ello. En los cafés, en el metro, en la oficina. Cada vez que veía a mi madre. Descubrí que no era la única persona con aquella fantasía. Bukkake: 774000 resultados en google. Tenía suficiente material como para masturbarme el resto de mi vida. Cada noche, me acariciaba arrodillada en la habitación, mientras sostenía aquel vaso lleno de leche condensada. Cuando quedaban más o menos tres minutos para que el vídeo terminase, aumentaba el ritmo de mis dedos. Poco a poco, derramaba el vaso sobre mí, hasta que me corría junto a los últimos que lo hacían en la pantalla, y me untaba la leche condensada por todo el cuerpo.

Aunque inconscientemente, debí creer que aquello saciaría mi líbido, pero nada más lejos. Meses más tarde, decidí que debía dar rienda suelta a mi fantasía. Descarté de entrada la posibilidad de hacerlo con conocidos. Demasiado arriesgado. Lo mejor sería poner un anuncio en alguna página de contactos. En tan sólo unos días, había recibido cientos de visitas, y había casi cincuenta hombres decididos a apuntarse a mi fiesta. Escogí uno de cada país. Quería beberme a la humanidad.

Un mes más tarde, volví a mirar hacia arriba. Aquella vez era real. Una negra, una blanca... Cada una diferente a la anterior, pero todas ellas con un tesoro escondido. Me movía en circulo recorriendo aquel maravilloso escenario, en el que una masa de figurantes me elevaban al papel protagonista. La copa de brandy permanecía intacta en aquel suelo repleto de pies desnudos. Aquella noche, sentada sobre el sybian, yo dirigía la orquesta. La última interpretación se situó entre el sueño y mis noches de fantasía que lo sucedieron. Aunque fue imposible hacer que todas aquellas pollas me regalasen su leche al mismo tiempo, me corrí varias veces mientras nadaba en aquel mar de esperma multiracial. Mientras recorría mi cuerpo expandiendo sobre él toda la viscosidad de mi premio, y bebía mi más que merecida copa de brandy blanco. Tuve la impresión de estar flotando en las nubes.

Hace ya algunos años de todo aquello. Nunca he vuelto a repetir, aunque no descarto hacerlo. Fue la experiencia más satisfactoria de mi vida, pero tiempo después de que tuviese lugar, llegué a la conclusión de que tal vez aquélla no era mi fantasía real. Recordé casi haber muerto de placer, pero descubrí la forma de morir inevitablemente. Sí, exacto. Descubrí que un director de orquesta sin su batuta, es como un bukkake en el que no abre la puerta la camarera de tus sueños.

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