viernes, 12 de marzo de 2010

Historias de los ojos rojos - Vulture Marzo 2010:
Teatro, teatro

Nueva entrega de mis Historias de los ojos rojos. Esta vez con cambio de fotógrafo, tras dejar a un lado el impulso inicial.

Texto: Víctor Isabel Bueno
Fotografía: Vicent Santos Espinosa


No huyas. Ya no puedes escapar. Tu marido va a saber hoy cómo se ha de besar a una mujer. Eso es lo primero que pensé al ver esta fotografía. Aunque también el día en que me vi atada a Laura en mitad de aquel escenario. Es lo que pasa al leer un buen libro. Al observar una gran fotografía. Al escuchar una canción memorable. Que después, ya no somos capaces de saber si somos nosotros los protagonistas, o tan sólo una mente, unos ojos, unos oídos. Al final, todos acabamos siendo el protagonista. Incluso el escritor. El fotógrafo. El cantante. Hoy, soy yo la protagonista. Como podría ser sólo unos ojos. O un simple fotógrafo. Pero no. Hoy no. Hoy, soy la protagonista.

Sí... ven aquí. Voy a darte lo que te mereces. Y es que ya no podía aguantarlo más. No importaba que estuviesen delante nuestros padres. Nuestros maridos. Nuestros hijos. Laura iba a ser mía de una vez por todas. ¿Con quién ibas a estar mejor que conmigo? Dime... En mi cabeza, mi lengua lascima se columpiaba en sus aureolas por detrás de aquel insinuante top. Mientras, colgados en el cruce de nuestras miradas, explotaban a cada palmo mis deseos, haciéndome temblar todo el cuerpo a causa de un placer tan sólo imaginado. Según el momento, trataba de hacerme creer que sólo era un ensayo más. Y en realidad era como si lo fuese. Era ya la séptima vez que representábamos la obra. Pero casualmente, ese último ensayo coincidió con el día en que perdí totalmente el control. Estaba excitada... Enamorada. Y ya no podía seguir disimulando más.

Bajo, a pie de escenario, nuestros maridos observaban, con los ojos de par en par, el curso de los acontecimientos. De los acontecimientos de la obra, claro. Ninguno de los dos podía imaginar lo que recorría mi mente en aquellos momentos. El mío seguro que me hubiese prohibido formar parte de aquella compañía de teatro de haberlo sabido. Pero ya era tarde. En mi mundo ya no existía nadie que no se llamase Laura. Que no estuviese frente a mí en ese preciso instante. Que no estuviese encadenada a mi cintura. Ven aquí, mi amor. A partir de hoy te mostraré lo que es la verdadera felicidad. Lo habíamos hecho tantas veces que nadie se extrañaría. Pero a mí, aquel beso apasionado que dictaba el guión me producía, actuación tras actuación, una sensación cada vez más insostenible. Cada día me costaba más separar mis labios de los suyos. Y creo que ella había empezado a ser consciente de mi debilidad. Definitivamente, aquél era nuestro momento. Mataríamos dos pájaros de un tiro. Por un lado, nuestros miedos. Nuestras dudas. Por otro, el hecho de hacer público nuestro amor.

Había llegado el momento, y mis labios tiraban de mí como setenta caballos de un carro de espuma. Ella se echaría atrás dos veces, pero la tercera... La tercera mis labios se unirían a los suyos (decía el guión). Eternamente (rezaba además el nuestro). Y así sucedió, la tercera vez me tomó de la cintura y la besé como si fuese la última noche de la obra en la ciudad. Me elevé como un ángel. Pero me deshice contra el suelo como una estrella helada. Laura consiguió separarse de mí medio segundo antes de que todo el mundo empezase a sospechar. Después la obra continuó. Y al fin, una marabunta de aplausos nos tomó como rehenes del éxito. Era feliz. La había vuelto a besar. Y ella, nuevamente, se había dejado dar un beso ligeramente más largo de lo estipulado.

Pero luego dejé de sonreír. Los gritos de mi marido me habían sacado de aquel sueño para convertirlo en una tenebrosa pesadilla. Y lo peor es que no volvería a besar a Laura hasta el sábado siguiente. Estuve a punto de ponerme a llorar cuando me cogió de los hombros para saludar al público. La agarré con todas mis fuerzas. Y en aquel breve instante en el que fui dueña y señora de su contacto, me juré que, la próxima vez, le susurraría un suave Te quiero al oído, justo antes de besarla de nuevo.

3 comentarios:

  1. ieeee No huyas. Ya no puedes escapar. Tu marido va a saber hoy cómo se ha de besar a una mujer.

    m'agrada molt com ha quedat . una abraçada i gracies per tot :-P

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  2. Ei Vicent. No t'havia dit res perque estava esperant a que corregiren uns errors a la revista. Al final no em vaig poder resistir i el vaig publicar jo ací. Els errors pense que continuen. Entre ells un que diu que la foto es del teu germà... No puc fer res més. Ja he patalejat moolt durant massa temps. Ho he dit i de moment no he aconseguit res.

    Per altra part, m'alegre que t'haja agradat. Ara ja, pase el que pase, m'enrecordaré d'almenys una de les teues fotos tota la meua vida jeje I del nom de la teua filla també (açò si no ho saps, ja ho sabras jeje).

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  3. res tranquil , lo dels errors es la historia de la meva vida , sempre es igual, per una cosa o per un altra , o be fiquen el nom del meu cosi o del meu pare o de uno que ni siquiera fa fotos , pero lo que mes mola es quan fiquen vicente jajaaja o fiquen santo quan es santos.

    pero la pregunta es , si ficant el nom de qui a fet la foto s'equivoquen , en que s'enganyaran en tot lo altre ? .

    lo de la meva filla , supose que sera lo de pinturarelat , no ? . una abraçada ;-P

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