- No, de verdad. No puedo entenderlo.
- Ya... pues ¿sabes?, yo tampoco a ti. No puedo entender que jamás hayas sentido ganas de llorar por saber que alguien que nunca estuvo a tu lado, ahora ya no está al lado de nadie.
Tras esta conversación, Elena se marchó y no volvió jamás. Junto a sus recuerdos, quedaron mis libros de ciencia-ficción sobre futuros devastadores, mis 300 gigas de música, mis lágrimas sobre las baldosas de la sala de estar, y este vídeo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario