viernes, 16 de enero de 2009

... (cuentosenblanco.blogspot.com)

Llevo casi cinco años postrado en esta cama. Un buen día, toda mi vida se difuminó y terminó por desaparecer. Los médicos nombraron varias veces mi enfermedad, pero no consiguieron hacer que la recordara. No estaba dispuesto a saber cuanto tiempo estaría encerrado entre estas cuatro paredes. Sé que mis amigos, y mi familia, lloran continuamente por mí, y aunque es lo más probable, ni tan solo soy consciente de si pasaré aquí el resto de mis días.

Al principio, hacía balance de lo que había representado para mí el paso por el mundo. Se puede decir, que incluso escribí mis memorias. Conseguí concentrarlo todo en un trozo de papel del tamaño de un post-it. Fue entonces, cuando decidí que nunca volvería la vista atrás de nuevo. Ahora, paso el tiempo escribiendo historias sobre personas que no existen (al menos con el mismo nombre) y situaciones que no he conocido (al menos con tantas metáforas). Mi hermana me ha dicho que van a publicar la novela que escribí el mes pasado. Supongo que debería estar contento. Seguramente, será el mayor logro de toda mi vida. El único, tal vez. Sinceramente, creo que todo el mundo que viene a visitarme, lo hace tan solo por compasión. La zorra de mi mujer, al menos, decidió marcharse en cuanto supo que nunca más podría volver a tener una vida normal a mi lado. A los demás, los odio más profundamente si cabe.

Desde hace un tiempo, me encuentro peor. Las razones no las sé. Ordené a los médicos que no me dijeran nunca nada acerca de mi salud. Últimamente, tan sólo viene una visitarme una enfermera. Todos los días. Siempre la misma. Las últimas veces, he notado un brillo especial en sus ojos. Lo lamento. Creo que no le sentó demasiado bien la reacción que tuve cuando me dijo que debía luchar por ella. Que se había dado cuenta de que estaba enamorada de mí, justo en el instante en que volvió la última página de mi novela. Le dije que era demasiado tarde. Que, seguramente, no volvería a pisar las calles de ésta, ni de ninguna otra ciudad. Que era prácticamente imposible, pero que además, si algún día la vida venía a buscarme, la invitaría a un par de cervezas, le preguntaría sobre el sentido que pueden tener treinta y cinco años de sufrimiento sin tregua, y que, tras escuchar su estúpida respuesta, la mandaría de vuelta a su casa de una patada en el culo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario