jueves, 15 de enero de 2009

La Cadena del Amor

Dos meses más tarde de la última discusión, uno de sus tangas seguía todavía en el suelo de su habitación. No se podía decir que las cosas le fuesen demasiado bien, desde que aquella espléndida mañana, volviera a ver la luz del sol tras siete larguísimos años. Se había esfumado el sexo. También el amor. Y aquel reciente accidente de tráfico, le había obligado a masturbarse con la mano izquierda. Le resultaba complicado obtener éxito, incluso ahora que había conseguido ganar algo de soltura. Más allá de los desperfectos físicos sufridos, había también unas gafas rotas de culo de vaso, que no había tenido fuerzas suficientes para arreglar en su taller, y una realidad plagada de trastos inservibles. De vez en cuando, solía pensar que su vida era un auténtico vertedero. Y sí, estaba cerca de conseguirlo. No le importaba nada, ni siquiera su trabajo. De hecho, cada noche, soñaba con devolverle al mundo todo lo que él mismo le había dado. Imaginaba que aquel ensayo de Saramago se hacía realidad, a causa de su decisión de no volver a abrir la tienda. Siguió acumulando basura durante varios meses más, hasta que la aparición de aquella rata en el baño, le empujó a abandonar su casa buscando sorprender a su propio destino.

¿Sabes una cosa?, le dijo aquel hombre mientras los pies de ambos se balanceaban en lo alto de aquel edificio. Ahora que tengo todo lo que tú has perdido, creo que ha llegado el turno de que otro siga nuestra estela. El amor es tan terrible que no creo que sea justo que haya alguien que no pruebe sus efectos, al menos una vez en la vida. Conociendo a esa zorra, seguro que hay alguien ya subiendo por la escaleras que llevan a esta azotea. ¿Estás preparado? Contaré hasta tres y todo habrá terminado. ¿Quieres decir tú el dos?... Bueno, no importa, tan solo es una miserable palabra más. Uno, dos, tres...

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