sábado, 27 de junio de 2009

Polen

Bueno, éste es el primer texto de una serie de relatos eróticos que voy a ir publicando. Son el producto de un curso de literatura erótica que estoy haciendo. Puede parecer raro, pero es interesante. Espero que os guste, y por supuesto, espero vuestras críticas.

Polen

- Primer piso. Segunda habitación a la izquierda. Debes abonarme el importe correspondiente antes de subir. Política de empresa.

Era una mujer mayor. De unos cincuenta años aproximadamente. Su voz rota, y aquella tez ligeramente castigada, debían ser los resquicios de una vida poco convencional. Pese a todo, se vislumbraba en ella una belleza abrumadora. Seguramente, una chica deslumbrante años atrás, pensé.

Le di el dinero y me encaramé hacia el primer piso. Habitación ciento dos. Me detuve frente a la puerta. Golpeé ligeramente la madera un par de veces con los nudillos. Escuché unos pasos. El sonido de aquellos tacones, llegado a mis oídos, se convertió en una música de cámara únicamente ejecutable por los mismísimos ángeles. Un ritmo, que no hizo sino acelerar mi corazón. Más de lo que ya lo estaba, desde que a primera hora de la mañana, al despertar, imaginé la escena que estaba a punto de comenzar. La puerta se abrió, y tras ella, se asomó la más bella de las mujeres que jamás había contemplado. Era bastante mayor que yo. Morena. Metro setenta y cinco, supuse. Al verme, se le dibujó una sonrisa que me recordó a la de mi hermano pequeño. Esa sonrisa que mostraba cuando mi madre le concedía algún capricho que llevaba tiempo persiguiendo. Me hizo pasar. Sentarme en la cama. Luego, desapareció durante unos minutos.

Me asaltó el rostro de Javi. No me sentía culpable. Al fin y al cabo, era un paso esencial para que nuestra relación avanzase, o se estancase para siempre. Sin saberlo, él mismo me había empujado hasta el interior de aquella habitación. Nadie sospechaba nada. Sólo yo. Y tal vez él, por la falta de buen sexo entre nosotros. Los demás estaban seguros de que lo nuestro iba viento en popa. De eso era yo la culpable. Por ejemplo, cuando mis amigas me preguntaban, les contaba con pelos y señales cada uno de nuestros increíbles encuentros sexuales. De hecho, más de una de mis amigas se había atrevido a probar cosas nuevas después de nuestras conversaciones. Lo cierto es que parece que les fue bien descubrir la existencia de otros orificios en su cuerpo. Eso debió magnificar la creencia de que nuestra relación estaba en un punto álgido. Curioso, ¿no? Cuando a tus amigas les meten una polla en el culo, su visión sobre ti, y sobre la relación con tu novio, mejora. Da que pensar...

Soraya volvió. O así me dijo que se llamaba. Llevaba un liguero negro, que me mostró al detalle, al tiempo que se contoneaba frente a mí como una flor agitada por el viento en mitad del campo. Aquella metáfora se instaló en mi cabeza, y me invadió un creciente deseo de acercarme más para olerla bien. De untar mi nariz de polen y aspirar. De repente, imaginé un diluvio. Una inundación. Cosas de la sintonía entre el cuerpo y la mente.

Me dejé llevar. Ella me quitó la ropa, y tras deshacerse en halagos hacia mis jóvenes y turgentes pechos, se abalanzó sobre mí como una auténtica fiera. Elegante, pero lujuriosa. Yo me volvía loca. Me retorcía en la cama como un gusano, mientras ella no dejaba de recorrer mi cuerpo con su lengua. Mi boca. Mi cuello. Mis pechos. Mi vientre. Mi cintura... Aquel día descubrí que las pollas de goma podían ser mucho mejores que las naturales. Al fin y al cabo, todo depende de quien se esconda tras ellas. Aunque el tamaño de aquel cacharro debió ayudar en parte. Eso sí, nada comparable a sus caricias. Al maravilloso roce de sus pechos contra los míos. Yo, gritaba. Gemía. Mientras ella, impasible, hacía de las suyas al pie de la cama. La luz que se colaba a través de la ventana, dibujaba en su espalda un precioso paisaje, que yo no podía sino apreciar de forma intermitente. En el corto lapso de tiempo que ella dejaba entre cada golpe de consolador. Tuve el primer orgasmo de mi vida (hasta hoy, el mejor). El segundo. El tercero. Perdí la cuenta. Después fui yo la que la hizo gritar. Jamás he vuelto a probar un plato tan exquisito.

Ninguna de las dos miró el reloj en todo el tiempo que estuvimos juntas. Todo terminó cuando la extenuación superó con creces nuestro apetito sexual. Completamente saciada, y sudada como una perra, me marché. Con un beso en la mejilla. Dejando atrás la mejor noche de toda mi vida.

Pese a todo, nunca me he atrevido a decirle nada a Javi. Todo el mundo le adora. Y él me quiere con locura. Por eso, todavía hoy, cuando me envuelve su pecho, deseo que crezca desmesuradamente, y que la carne de su pene se transforme en goma. Por cierto, no me he presentado. Me llamo Elena. Tengo 21 años. Y el amor de mi vida es una prostituta de lujo que conocí meses antes de matricularme en la facultad.

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